Salida de campo: Iglesia Santuario del Divino Niño - Barrio 20 de Julio.

Ana María Lara Herrera
Investigación Social


Iglesia El Divino Niño del 20 de julio.

Domingo 24 de septiembre de 2017


Cuando era pequeña había escuchado hablar a mi abuela y a mis tíos de la famosísima Iglesia del 20 de Julio. Describían el lugar como un sitio donde se hacían muy bonitas misas, y en donde se podía sentir la energía de Dios, además de conocer la figura del Divino Niño, quien recibía cientos de visitas al dia. Me la habían descrito como un lugar bastante concurrido aunque bonito. También, me contaron que me habían llevado hace más de diez años, pero a ser verdad, no recuerdo nada de eso. Aprovechando la oportunidad de la visita de mi madre al santuario, decidí hacer esta bitácora sobre este lugar. Lo primero que noté fue el cambio físico de la ciudad a lo largo del recorrido del bus sobre la Avenida Primero de Mayo al oriente. Las calles se volvían más desorganizadas y los locales comerciales con cada vez más grafitis. Debido a una obra en el lugar, nos bajamos un par de cuadras antes y caminamos por unos minutos para llegar, y lo hicimos por el lado occidental. De entrada vimos un parque con varias canchas de deportes mixtos, donde había niños corriendo de lado a lado y jóvenes con sus amigos pateando un balón mientras sus padres observaban y hablaban de varias cosas. Me sorprendió la gran cantidad de autos esperando parquear en algún lugar distante debido a las obras de ampliamiento en los parqueaderos de la parroquia.


Al observar el edificio, una larga y alta escalera hecha en ladrillos llevaba a una clase de plaza. Al subir por ella, pasando al lado de un ascensor para discapacitados, y llegando a la cima, me atacaron un par de borrosos recuerdos donde yo corría y jugaba con unos primos. El lugar estaba limpio a comparacion de otros lugares concurridos, en los cuales la gente tira basura sin importar, así es evidente ante todos el respeto del lugar por la espiritualidad que representa. Los muros estaban completamente construidos con ladrillos, incluidas las columnas cuadradas con decoraciones en cemento en su capitel, las cuales sostenían un techo sobre un corredor en medio de la plaza. Al lado derecho, se alzaba una bonita y pequeña fuente sin agua, construida del mismo material que el resto de la iglesia y cuyo alrededor estaba siendo explorado por niños mientras sus padres esperaban entrar a misa sentados en los pequeños escalones. Lo  que más me llamo la atención fue la cúpula en ladrillos de considerable tamaño al fondo de la plaza, porque entiendo la dificultad de la construcción de un lugar así por la geometría necesitada.


Ingreso por el primer conjunto de puertas a la izquierda decoradas con vitrales, y me recibe una sala de oración al niño Jesús con una única silla larga en medio, pegada a una división, ocupada en su mayoría por hombres y mujeres con niños y adultos mayores. Esparcidos en el resto del espacio, personas de pie frente a la imagen colgada sobre el muro izquierdo susurran distintas oraciones y plegarias, algunos con la cabeza gacha, otros observando fijamente la figura; algunos con rosarios y otros simplemente con sus manos agarradas. Continuando el camino, llego a una sala secundaria amplia con conjuntos de sillas de madera todas ocupadas por distintas personas en oración, siguiendo el final de la misa y las palabras del sacerdote, quien no se encuentra en la misma sala pero es visible a través de un conjunto de televisores sobre la puerta de principal acceso a la sala principal, en el medio de la pared. Las sillas están curiosamente puestas alrededor de estos televisores, por lo que el primer bloque que me encuentro me da la espalda. El techo tiene una estructura en acero y plástico transparente y en los dos extremos principales hay una imagen de la virgen, sobre una columna en alguna clase de balcón interior sin acceso público.


Siguiendo a la derecha por detrás de las personas, ingreso por una puerta más pequeña, también dirigida a la sala principal. Aquí se encuentra el altar y el sacerdote dirigiendo la misa. Debido a mi altura y la cantidad de gente apenas puedo ver las plantas de decoración adornando los costados del altar, así que sigo por mi derecha para luego ver mejor el lugar.


Entonces entro a una sala semicircular, cuyo diámetro incide con el muro final del escenario donde se encuentra el altar de la sala principal. De no ser por haber visto hacia arriba, no me habría dado cuenta de haber entrado a la cúpula de ladrillos vista en la plaza trasera. Por dentro la cúpula está pañetada y brilla por su color blanco. En el centro hay un bloque de sillas de madera mirando hacia el lado plano del semicírculo porque sobre un pedestal yace una figura del divino niño. Las sillas estaban completamente llenas, y alrededor había personas paradas mirando en la misma direccion. El lado circular tiene una silla larga que abarca toda la curvatura de la sala y que también está llena, sobretodo por personas de edad y familias con bebés en coche o en brazos. El ambiente es silencioso porque cada quien está en su propia oración, la gran mayoría con pequeños libros similares a los rosarios.
Doy la vuelta y al salir por el otro lado de la parte plana de la cúpula, llego al otro lado del altar donde está el sacerdote. Desde ahí si alcanzaba a ver con mayor definición. El altar tenía bonitas (por no decir lujosas) decoraciones y los muros y columnas al contrario del exterior, estaban de un tono blanco oscuro. A lo largo de la alta sala, colgaban bonitas lamparas de cristal con detalles dorados. Los murmullos eran un poco más fuertes que en las demás salas pero aun así se mantenía el respeto por la oración. Para continuar, salí por una puerta lateral al costado oriental de la iglesia, y al contrario de la otra entrada, esta tenía un pequeño andén de como metro y medio y daba a una calle vehicular. Del otro lado, había locales de comidas, de ropa y otros negocios. Seguí caminando por la acera para acercarme a la plaza principal pero me sorprendió la cantidad de vendedores ambulantes, quienes no solo comercializaban objetos religiosos sino que ofrecían desde zapatos, prendas de vestir, juguetes, entre otros, incluido un pedazo de un tronco de algún árbol vendido por pedazos y cuyo significado debía tener alguna relación con la religión. Recostados en la pared de la parroquia habían bastantes indigentes pidiendo limosna y algunos comiendo tamal como si hace rato no se hubiesen alimentado. Cerca a la siguiente puerta de donde había salido yacía un caso diferente. Lo que primero me pareció un coche era una silla especial para una niña con parálisis cerebral. Su madre, quien estaba de pie a su lado, vendía unas bonitas ligas decoradas con moños azul oscuro con cuerpo de alambre de aluminio. Me pareció algo triste, teniendo en cuenta el lugar; un centro religioso que propaga la idea de un Dios cuidándonos a todos.


Al llegar a la grande plaza, una pequeña carpa blanca al centro está rodeada de bastantes personas. Mi mamá me explica que desde ahí se da otra misa, simultáneamente a la ofrecida dentro de la sala principal, pero que en otras épocas la plaza era totalmente llena y era más necesaria la presencia de la segunda capilla. Si lo recuerdo, era un lugar donde poco se podía caminar, donde la cantidad de gente era impresionante y los murmullos llegaban al volumen de una conversación normal; pero ese día más de la mitad del sitio estaba vacío. Me acerco a la carpa y veo como el sacerdote da paso al saludo de paz. Mientras tanto, noto por primera vez un edificio al lado occidental de la plaza. En la parte superior, unas letras metálicas dicen: Colegio Salesiano Juan del Rizzo. Me parece curioso que el colegio esté tan cerca de este centro religioso, al punto de poder confundirse con el mismo edificio de la parroquia. La parte baja del colegio está llena de locales dedicados a la religión, desde oficinas administrativas hasta librerías religiosas. Cuando la misa dentro de la sala principal y la secundaria  se acaba, mi mamá me lleva para ver si podemos agarrar silla, debido a la gran cantidad de gente.


Antes de entrar a la sala secundaria por el lado norte, me llama la atención un pequeño hoyo cuadrado en forma de ventana al lado derecho de donde estoy, con un aviso de “Mercados” arriba de ella. Le pregunto a mi mamá pues no estoy segura de la función del lugar, y ella me dice que ahí se regalan mercados destinados y repartidos entre aquellos que los necesitan. Me quedo observando un momento y veo varias personas entregando pequeñas cajas. Por un momento pienso que es muy poco para regalar, pero luego al mirar dentro me doy cuenta de la gran cantidad de alimentos donados. Cualquier cosa sumada con lo poco de los demás termina siendo bastante. Seguimos hacia las sillas y nos sentamos en el lado opuesto de nuestro ingreso.


Las sillas están un poco desgastadas, la madera está raída y no hay cojin en los arrodilladeros. Miro a mi alrededor mientras el lugar se vuelve a llenar progresivamente y veo gente de distintas clases, jóvenes, adultos y niños; la mayoría de estratos bajos. A mi lado se hacen dos niños pequeños que juegan con spinners toda la misa. Al subir la mirada, veo unos hombres con chaleco naranja, similares a los de logística, y cuya función es asistir cualquier emergencia, ya sea masiva o particular. En el balcón de la sala, hombres con audifonos y traje se pasean de lado a lado, pero no soy capaz de descubrir su real función en el lugar. Supongo realizaran la logística del lugar. Sobre algunas columnas del “Segundo piso” hay esculturas de distintos santos a modo de bustos, hechas en mi opinión con mármol por el color y de gran tamaño a comparación de otras decoraciones del lugar. Mientras la misa se desarrolla, las personas reaccionan de maneras muy distintas. Algunos solo escuchan las palabras del sacerdote, otros son un poco más expresivos y alzan sus manos sobre sus cabezas, y otros no prestan atención a nada de lo que está ocurriendo. Al momento de la ofrenda, las señoras encargadas de recogerlas llevan puesto un chaleco rojo cuya función es distinguirlas de los demas, para que nadie se aproveche de la situación y termine robando a los asistentes a la parroquia.


Cuando finaliza la misa, salimos de la sala secundaria hacia la plaza principal. Doy por terminada mi salida de campo, pero al ir buscando la calle por la que pasa el bus debemos cruzar una vía que en realidad está llena de vendedores ambulantes. Hay cinco hileras a lo ancho de la calle. La primera se ubica sobre la acera izquierda, se deja un corto camino y sigue la segunda ubicada en el borde del andén. La tercera está en toda la mitad de la vía vehicular, la cuarta está pegada al borde de la acera derecha y la quinta está sobre la acera derecha. Esta parte vende sobre todo ropa, desde sacos y camisas hasta zapatos y ropa interior. Las personas son muy amables porque buscan vender, y lo que más llama la atención son los baratos precios de la ropa, pero eso si, es ropa de contrabando o copia de alguna marca famosa.

Finalmente puedo decir que la visita me ha ayudado a eliminar la concepción acerca de la iglesia de ser un lugar poco agradable por la zona donde está, y puedo ahora ver la clase de personas que frecuentan los lugares, además de analizar el gran movimiento financiero que se puede estar dando en el sitio y conocer algo que no había visto en otro lugar: dos misas simultáneas en un mismo lugar.

Comentarios